Una ilustración está realizada para ser impresa. El autor
conoce las limitaciones técnicas y debe ajustarse a ellas. La obra final es la
que vemos cuando abrimos el libro para el que han sido creadas.
Con la pintura o la escultura (también la arquitectura y
otras artes) no sucede lo mismo. La obra final es única y es necesario formar
parte directamente del diálogo que se forma entre la obra y el espectador (y en
algunas ocasiones también el espacio) para poder comprenderla en su totalidad.
Gracias a la fotografía y al vídeo tenemos constancia de
muchos lugares y muchas obras que quizá nunca lleguemos a conocer en persona. Podemos
saber, a través de una revista o un documental, por ejemplo, cómo es la selva
amazónica y qué animales viven en ella, pero estaremos muy lejos de conocer esa
selva: cuáles son los sonidos imperceptibles para el micrófono, cómo es la
humedad, cuáles son los olores característicos…
Vincent
van Gogh Girasoles
(detalle), 1887
De igual manera, puedo saber qué forma tiene una obra de
arte determinada por fotografías o por vídeos pero, salvo en casos muy
especiales (ediciones de lujo o proyectos como Google Art Proyect), el
conocimiento que tenemos de las imágenes es muy superficial: los colores no coincide
con los de la obra real, nos faltan datos tridimensionales (tamaño, textura) y
otros como el espacio en el que se encuentran. Sólo podemos disfrutar al 100%
de una obra de arte cuando la tenemos delante. El Síndrome de Stendhal
difícilmente se va a producir mientras miramos una impresión de una obra.
Claude Monet El puente de los nenúfares (detalle) 1899
Siempre cuento a los alumnos la extraordinaria sensación que me produjo, cuando tenía 17 años, la visión del David de Miguel Ángel en la Academia de Florencia. Había visto su imagen en libros cientos de veces, pero tener delante ese coloso blanco de más de 5 metros de altura (yo siempre había pensado que era más pequeña) me impactó. Lo mismo me ha venido ocurriendo cuando he podido conocer en directo la obra de alguno de los grandes pintores de todos los tiempos. Me impresionaron el Greco, Velázquez, Rembrant, Goya…
Hans Memling Retrato de Maria Portinari
(detalle) ca. 1470
El Greco Jesús
curando al ciego (detalle) ca. 1570
Hace poco tiempo, tuve la oportunidad de viajar a Nueva York
y visitar, entre otros, el Museo Metropolitano. Sólo por visitar este espacio
ya merece la pena el precio del billete del avión. Las colecciones que lo
conforman, entre ellas las de pintura, son maravillosas.
Mi observación de las
obras en un museo siempre se produce desde diferentes distancias: con la más
alejada, tengo una visión global de la obra y obtengo una imagen mental de la
misma, mientras que con la observación más cercana, puedo disfrutar de los recursos técnicos y expresivos siguiendo
la huella física que el artista ha dejado en su obra.
Paul Cézanne Naturaleza
muerta con manzanas (detalle) ca. 1895 (MoMa)
Las fotografías que acompañan este texto, son detalles de algunas de las obras pictóricas que tuve la suerte de conocer en el Metropolitan. Si pulsáis sobre ellas, podréis ampliarlas. Espero que os gusten.
Edgar Degas La Toillete(detalle)
ca. 1885
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